Historias de vida: Domingo Arcos

Domingo es el más chico de tres hermanos. En 1954 su familia viajó desde un pueblo llamado Huércal-Overa en España, con destino a Trelew, una de las ciudades ubicadas en el corazón de la Patagonia. La estadía no fue muy larga y con los años se vinieron al Alto Valle, donde compraron tierras en la zona este de General Roca. 

Las plantaciones de tamariscos o tamariscales en Argentina datan desde el siglo XVIII, coincidente con la llegada de algunos inmigrantes De la misma forma que los álamos, el tamarisco ayudaba a los productores a proteger la producción de los fuertes vientos patagónicos.

Han comprobado que los tamariscos son plantas depredadoras, altamente inflamables, consumidora de minerales y de cantidades excesivas de agua. La chacra de Domingo Arcos tenía alrededor de 100 plantas de tamariscos que, con los años, fueron desmontadas.

“En aquellos años eran puros tamariscales, salitre, barro” comenta el productor. Actualmente, su chacra se encuentra sobre calle Santiago Cabral, al este de la ciudad de Roca, donde alguna vez fue la Colonia Rusa. 

De naturaleza poco amigable, la Colonia Rusa existió como asentamiento rural por casi 60 años. La Colonia fue uno de los asentamientos mancomunados más antiguos de la región, pero en 1963 un gran movimiento católico se trasladó hasta aquellas tierras e inauguró la capilla “Nuestra Señora de Fátima” cambiando la denominación del lugar por “Colonia Fátima”.

La invisibilización de la comunidad provocó ciertos resquemores en quienes hasta ese entonces vivían en la zona. Con el tiempo, muchos hijos de colonos vendieron sus tierras y se trasladaron a la ciudad. Pese al abandono, los Arcos continuaron viviendo en ese sector. 

Domingo Arcos es el más chico de tres hermanos y junto a sus padres vinieron de un pequeño pueblo llamado Huércal-Overa en Almería, España. “Un pueblito entre dos montañas donde se arma un vallecito y en los faldeos de la montaña se cultiva. Se riega con la lluvia que baja por la rambla o por manantiales, donde se almacena el agua en fuentes y después se distribuye por acequias, igual que acá” expuso.

Y agregó; “yo tenía seis años. Los recuerdos que tengo eran de ver a lo que se dedicaba mi papá. La vida era vivir con 10 ovejas, unas cabras y la producción de trigo o papa en producciones muy chiquitas. Cada cual sembraba sus lotes de trigo y cebada, más que nada forraje. Después cosechaban y lo llevaban a un molino donde canjeaban por harina, de eso se vivía”. 

En la pequeña aldea, la vida de Domingo y la de todos los niños transcurría al pie de la montaña, entre las calles y la iglesia. A mediados de 1950 emprendieron el viaje a Latinoamérica. 

“La llegada acá fue a través de Carta de llamada. Mi papá ya tenía tres hermanos acá y ellos nos llamaron a nosotros para que nos vengamos”. En aquellos años, las Cartas de llamada significaban que, quienes invitaban a los inmigrantes a conocer el país, tenían que hacerse responsables del alojamiento y la manutención hasta que pudieran subsistir por sus propios medios. 

En 1954 el barco llegó al territorio Argentino y la familia se asentó en Trelew, una ciudad ubicada en el valle inferior del río Chubut. Allí sus años como productores forrajeros terminaron y comenzaron una nueva vida con la producción hortícola. 

Su estancia en Chubut duró hasta 1957 y se trasladaron al Alto Valle. “A los tres años, cuando lograron un ahorro, mis padres vinieron a visitar un pariente acá a Roca y los entusiasmaron para que vengan. Los entusiasmaron tanto que cuando vinieron de vuelta llegaron con la noticia de que habían comprado una quinta con la ayuda de los amigos. Así fue como aterrizamos en Stefenelli en una quinta acá enfrente” haciendo referencia al lugar donde actualmente viven.

El traslado de la familia Arcos se fundamentó en la necesidad de arraigo y justo coincidía que en la región muchos de sus amigos también provenían de España. “Era todo más unido, un movimiento más chico, se conocían entre todos, nos ayudamos unos con otros y llegaron a prestar dinero para comprar una quinta” expresó Domingo. 

Pero esto no alcanzó para convencer a todos los integrantes de la familia. “Mi tío siempre cuenta una anécdota. Les había empezado a ir bien allá en Trelew y habían juntado plata para comprar un camioncito para ir a vender la papa a Comodoro porque se usaba mucho ese sistema” comenta Leandro Arcos, el hijo de Domingo.

“Cuando volvieron mis abuelos a Trelew les dijeron que habían comprado una tierra acá. Se los querían comer porque se habían gastado la plata para comprar el camión en una chacra y más cuando vinieron a ver la tierra que había eran puros tamariscales, salitre y barro” expresó y agregó que; “fue como empezar de nuevo, empezaron a trabajar de empleados o de obreros con los mismos amigos que los habían entusiasmado y empezaron a sembrar la chacra. Gracias a Dios siempre se fue avanzando”. 

Hasta 1970 en la ciudad de General Roca se realizaban festividades tradicionales. Sobre los carnavales, Domingo comenta que en el mes de carnaval “solían enganchar un carrito de cuatro ruedas y se subían con un tanque de agua arriba del carrito, iban al centro disfrazados y se tiraban agua con un balde o un tacho”.

Sobre los corsos, otra de las actividades de las familias tradicionales, describe que para asistir “vos ibas al baile con tu padre, había una mesita y todos sentados alrededor. Hasta que algún muchachito te sacaba a bailar y los padres se quedaban en la mesa. Las reuniones eran mucho más grandes, de familia y amigos”.

Con los años las tradiciones fueron desapareciendo, de la misma manera que desaparecieron áreas productivas. “Esta zona ha quedado muy marginal o por cuestiones de generaciones que no siguieron o porque eran muy complicados de trabajar, pero hay un abandono de la superficie. Todo lo que es la Colonia Rusa está prácticamente abandonado, no quedan muchas chacras buenas. Son productivas, pero en producción no quedan muchas”.

Los hermanos de Domingo se retiraron de la actividad hace 30 años, pero él continúa. Sus hijos y sobrinos también se alejaron de la chacra, pero Leandro es quien sigue sus pasos. “Yo tengo cuatro hermanas mayores y soy el quinto. De la familia de papá soy el único que continúa con la actividad, el resto son todos profesionales y se dedican a otra cosa” comentó el hijo del productor.

“Las chacras que tenemos acá están muy lindas, no es fácil trabajarlas porque son tierras pesadas, pero me gustaría apuntar a algo mejor. Creo que sería cumplir el sueño de él en verdad” señaló Leandro sobre su padre, quien siempre tuvo el deseo de conseguir una tierra mejor.  

Actualmente la chacra de la familia Arcos produce peras, manzanas y con los años agregaron frutas de carozo como duraznos, pelones, ciruela y cerezas. “Tenemos un pequeño empaque en la chacra y papá en su mayor tiempo se dedica a estar con los chicos que embalan y controla ahí lo que se va haciendo. Además una de las chacras que tenemos la recorre él, controlando los trabajos que ahí se hacen” concluyó Leandro.