Historias de vida: Orieta Torres

Tenía 22 años cuando tuvo que empezar su vida desde cero. Acompañada de su hija viajó desde Choele Choel hasta General Roca donde comenzó a trabajar como peón rural. Con lluvia, viento, granizo o cuarenta grados de calor, Orieta Torres siempre salió a trabajar la chacra. Hoy vive junto a su perro Doky en la casa grande del capataz, ubicada en la entrada de la chacra La Portuguesa. Desde siempre trabajó para Carlos Brevi, un hombre que ella describe como un jefe de antes, esos que se llaman de palabra.

“Acá llegué en 1991 cuando la plantación todavía no se terminaba, imaginate. Empecé a los 22 años de peón cuando todavía se trabajaba de sol a sol. Primero peón vario, luego fui regadora 7 años con riego de manto y bomba, fui fichera de bines y hace 14 años que soy capataz” cuenta Orieta.

Orieta es de la época en la que se trabajaba de sol a sol, no había ART y la jornada laboral terminaba a las 17 del sábado. Ella recuerda que cuando regaba “empezaba a las 5 de la mañana, eran las 9 de la noche y seguías mirando el agua, estaba más tiempo en la chacra que en la casa”.

Pero los peones se habían acostumbrado, empezaban el día dentro de la chacra y volvían a la casa cuando ya era la hora de cenar. No había muchas objeciones y menos de parte de ella que, pese a estar de acuerdo con los reclamos laborales, no podía arriesgar el trabajo y la casa prestaba por su patrón para que viviera con su hija.

La encargada de chacra nos comenta que ese miércoles a las 2 de la mañana llegó otro de los temporarios que integrará su equipo de trabajo. “Cuando llegan los temporarios yo les hablo sobre todas las formas que se usan para trabajar. Las uñas cortas, nada de piercing, nada de anillos ni auriculares” dijo y asegura que para ser capataz “hay que tener carácter”. 

Ella reconoce que el área rural es muy machista y que para muchos es muy chocante tener que ver a una mujer trabajando la chacra. “Acá han venido a buscar trabajo y cuando ven que los va a mandar una mujer no se quedan” comenta pero aclara que esto no la angustia. “A mí me pueden decir cualquier cosa pero no me pueden faltar el respeto porque vos tenés medidas que tomar, dentro de todo viene a ser un derecho adquirido de uno. No va por cuestión de género pero te tienen que aprender a respetar”.

Su padre también fue encargado de chacra y su madre se jubiló como peón rural a los 60 años. Ella es la segunda mujer de su familia en trabajar como encargada. “Es una excepción que tiene nuestro jefe Brevi, él tiene otra mujer capataz y había otra que era mi tía, Mabel Beatriz Burruzu, ella fue la primera capataz mujer que tuvo”. Ella supone que para trabajar, priorizar a las mujeres por sobre los hombres porque son más prolijas.


Mucho antes, allá por el 1960, los trabajadores temporarios venían desde Chile. Orieta tenía nueve meses cuando sus padres dejaron atrás el monte chileno y se vinieron a Cuatro Esquinas, una ciudad vecina de Cinco Saltos. Sus padres estuvieron en Plottier, después hicieron un trasladó a Villa Regina y ahí se quedaron con el patrón hasta la jubilación. 

Hoy los trabajadores temporarios vienen desde Tucumán o Santiago del Estero, cosechan la fruta del Alto Valle y vuelven a sus pagos. La plata les rinde no solo para subsistir en la temporada de cosecha, sino también para sostener a la familia que los espera en el norte de la Argentina.

A esa mano de obra chilena también le rendía la plata. “Trabajaban cuatro meses y tenían dinero. Mis viejos terminaban la temporada de cosecha, iban a un negocio que se llamaba Falzoni en Cipolletti y hacían un pedido que sobresalía a las camionetas. Nos compraban botellitas de pack en canastas, galletitas Rococó, Boca de Dama en latas, nos vestían de pie a cabeza y les quedaba dinero”. 

Y la cosecha también era distinta a la que conocemos ahora. “En esa época mis viejos venían en una chata a caballo, cargaban los cosecheros, se iban directamente al galpón y las vendían. Ahora se bajan los frutos, se hacen los cortes, viene el de Senasa, te revisa que no haya carpocapsa, después van a hacer otro papel, es todo burocracia” 

Las rápidas cosechas en las que llenaban 16 bines por día solo existen en el recuerdo de los trabajadores rurales. “Antes cuando a vos te decían al barrer vos sacabas toda la fruta, tenías otra forma de trabajar y la gente ponía más cuidado. Ahora te piden color y calidad de entrada” 

La experiencia en el trabajo la llevan a repetir una y otra vez lo mismo; a nadie le gusta la chacra. “La chacra es y siempre ha sido un trabajo muy bruto. Los que vienen a la chacra a buscar trabajo saben lo que les espera y no quieren. Para venir a buscar laburo no te tiene que quedar de otra y lo hacen, pero te tiene que gustar y a nadie le gusta la chacra”.

Pero ella está acostumbrada, le gusta la chacra y es su lugar en el mundo. “Ahora ya estoy en otro plano de aprender cómo tratar a la gente. Estoy acostumbrada a estar sola con mi perro y la libertad; la tranquilidad de la chacra no la tenés en ningún lado. Cuando me jubile me quedo acá, ya le dije a mi jefe. Nosotros tenemos la opción de jubilarnos a los 57 pero yo le que me voy a jubilar a los 60 años”.